Tema 2.

 Tema 2-  LITERATURA NEOCLÁSICA...


-Introducción


                                                                        


a) El siglo XVIII y la Ilustración en este enlace

-Concepto
-Ideas Ilustradas
-Geografía Ilustrada
-Literatura Ilustrada: géneros, autores y obras.

Neoclasicismo en España: Géneros, Autores, Obras.

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-Actividades interactivas autoevaluables

-Actividades: comentario de texto " El Sí de las niñas". L.F.de Moratín 

Texto: El Sí de las Niñas. L. F. de Moratín


EL SÍ DE LAS NIÑAS de Leandro Fernández de Moratín

  DON DIEGO.-   ¿Qué siente usted?  (Se sienta  junto a DOÑA FRANCISCA.) 
  DOÑA FRANCISCA.-   No es nada… Así un poco de… Nada… no tengo nada.
  DON DIEGO.-   Algo será, porque la veo a usted muy abatida, llorosa, inquieta… 
  ¿Qué  tiene usted, Paquita? ¿No sabe usted que la quiero tanto?
  DOÑA FRANCISCA.-   Sí, señor.
  DON DIEGO.-   Pues ¿por qué no hace usted más confianza de mí? ¿Piensa usted 
  que no tendré yo mucho gusto en hallar ocasiones de complacerla?
  DOÑA FRANCISCA.-   Ya lo sé.
  DON DIEGO.-   ¿Pues cómo, sabiendo que tiene usted un amigo, no desahoga 
   con él su corazón?
   DOÑA FRANCISCA.-   Porque eso mismo me obliga a callar.
   DON DIEGO.-   Eso quiere decir que tal vez soy yo la causa de su pesadumbre 
   de usted.
   DOÑA FRANCISCA.-   No, señor; usted en nada me ha ofendido… 
     No es de usted de quien yo me debo quejar.
    DON DIEGO.-   Pues ¿de quién, hija mía?… Venga usted acá…  (Se acerca    
      más.)  Hablemos siquiera una vez sin rodeos ni disimulación…
     Dígame usted: ¿no es cierto que usted mira con algo de repugnancia este 
     casamiento que se la propone? ¿Cuánto va que si la dejasen a usted entera
      libertad para la elección no se casaría conmigo?
   DOÑA FRANCISCA.-   Ni con otro.
   DON DIEGO.-   ¿Será posible que usted no conozca otro más amable que yo,
   que la quiera bien, y que la corresponda como usted merece?
   DOÑA FRANCISCA.-   No, señor; no, señor.
   DON DIEGO.-   Mírelo usted bien.
  DOÑA FRANCISCA.-   ¿No le digo a usted que no?
   DON DIEGO.-   ¿Y he de creer, por dicha, que conserve usted tal inclinación al
    retiro en que se ha criado, que prefiera la austeridad del convento a una vida más…?
   DOÑA FRANCISCA.-   Tampoco; no señor… Nunca he pensado así.
   DON DIEGO.-   No tengo empeño de saber más… Pero de todo lo que acabo de 
   oír resulta una gravísima contradicción. Usted no se halla inclinada al estado
   religioso, según parece. Usted me asegura que no tiene queja ninguna de mí, 
   que está persuadida de lo mucho que la estimo, que no piensa casarse con otro, 
   ni debo recelar que nadie dispute su mano… Pues ¿qué llanto es ése? ¿De dónde
   nace esa tristeza profunda, que en tan poco tiempo ha alterado su semblante de
   usted, en términos que apenas le reconozco? ¿Son éstas las señales de 
   quererme  exclusivamente a mí, de casarse gustosa conmigo dentro de 
   pocos días? ¿Se anuncian así la alegría y el amor? 
  (Vase iluminando lentamente la escena, suponiendo que viene la luz del día.) 
  DOÑA FRANCISCA.-   Y ¿qué motivos le he dado a usted para tales desconfianzas?
  DON DIEGO.-   ¿Pues qué? Si yo prescindo de estas consideraciones, si apresuro 
  las diligencias de nuestra unión, si su madre de usted sigue aprobándola y llega el 
  caso de…
  DOÑA FRANCISCA.-   Haré lo que mi madre me manda, y me casaré con usted.
  DON DIEGO.-   ¿Y después, Paquita?
  DOÑA FRANCISCA.-   Después… y mientras me dure la vida, seré mujer de bien.
  DON DIEGO.-   Eso no lo puedo yo dudar… Pero si usted me considera como el
  que ha de ser hasta la muerte su compañero y su amigo, dígame usted: estos títulos 
  ¿no me dan algún derecho para merecer de usted mayor confianza? ¿No he de
   lograr que usted me diga la causa de su dolor? Y no para satisfacer una
  impertinente curiosidad, sino para emplearme todo en su consuelo, en mejorar 
  su suerte, en hacerla dichosa, si mi conato y mis diligencias pudiesen tanto.
  DOÑA FRANCISCA.-   ¡Dichas para mí!… Ya se acabaron.
  DON DIEGO.-   ¿Por qué?
  DOÑA FRANCISCA.-   Nunca diré por qué.
  DON DIEGO.-   Pero ¡qué obstinado, qué imprudente silencio!… Cuando usted 
   misma debe presumir que no estoy ignorante de lo que hay.
  DOÑA FRANCISCA.-   Si usted lo ignora, señor Don Diego, por Dios no finja 
  que lo sabe; y si en efecto lo sabe usted, no me lo pregunte.
  DON DIEGO.-   Bien está. Una vez que no hay nada que decir, que esa aflicción 
  y esas lágrimas son voluntarias, hoy llegaremos a Madrid, y dentro de ocho
  días será usted mi mujer.
   DOÑA FRANCISCA.-   Y daré gusto a mi madre.
  DON DIEGO.-   Y vivirá usted infeliz.
  DOÑA FRANCISCA.-   Ya lo sé.
  DON DIEGO.-   Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar
  bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes 
  con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas luego que las ven instruidas 
  en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni 
  el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su 
  voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite,
  menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan 
  aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se 
  lo mandan, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están 
  bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor,
   la astucia y el silencio de un esclavo.
  DOÑA FRANCISCA.-   Es verdad… Todo eso es cierto… Eso exigen de 
  nosotras, eso aprendemos en la escuela que se nos da… Pero el motivo de 
   mi aflicción es mucho más grande.
                                                           El Sí de las Niñas. L. F. de Moratín

   Comentarios de texto.

    a) Localización del fragmento
    b) Tema
   c) Resumen
   d) Justifica que sea un texto neoclásico
    e) Personajes:
    f) Análisis de los recursos:

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-Preparar vidas de José Cadalso y L.F. de Moratín. ( individual )

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