Tema 5

Tema 5. El Naturalismo

-1.Realismo y Naturalismo ( ver vídeo. Sacar apuntes)





1.-Características del Naturalismo (apuntes)

2.-Resumen Naturalismo  ( a partir de la pág. 7)

3.-Novelistas y obras:

Leopoldo Alas Clarín
-  Emilia Pardo Bazán

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-Actividades:
1.- Comentario de textos:

Texto 1
 Sancha 

El bosque parecía alejarse hacia el mar, dejando entre él y la Albufera una extensa 
llanura baja cubierta de vegetación bravía, rasgada a trechos por la tersa lámina de pequeñas lagunas. Era el llano de Sancha. Un rebaño de cabras guardado por un muchacho pastaba entre las malezas, y a su vista surgió en la memoria de los hijos 
de la Albufera la tradición que daba su nombre al llano. Los de tierra adentro que 
volvían a sus casas después de ganar los grandes jornales de la siega preguntaban
 quién era la tal Sancha que las mujeres nombraban con cierto terror, y los del lago contaban al forastero más próximo la sencilla leyenda que todos aprendían desde pequeños. Un pastorcillo como el que ahora caminaba por la orilla apacentaba en
 otros tiempos sus cabras en el mismo llano. Pero esto era muchos años antes,
 ¡muchos...!, tantos, que ninguno de los viejos que aún vivían en la Albufera 
conoció al pastor: ni el mismo tío Paloma. El muchacho vivía como un salvaje 
en la soledad, y los barqueros que pescaban en el lago le oían gritar desde muy
 lejos, en las mañanas de calma: —¡Sancha! ¡Sancha...! Sancha era una serpiente pequeña, la única amiga que le acompañaba. El mal bicho acudía a los gritos, y el 
pastor, ordeñando sus mejores cabras, la ofrecía un cuenco de leche. Después,
 en las horas de sol, el muchacho se fabricaba un caramillo1 cortando cañas en los carrizales2 y soplaba dulcemente, teniendo a sus pies al reptil, que enderezaba parte 
de su cuerpo y lo contraía como si quisiera danzar al compás de los suaves silbidos.
 Otras veces, el pastor se entretenía deshaciendo los anillos de Sancha, 
extendiéndola en línea recta sobre la arena, regocijándose al ver con qué nervioso 
impulso volvía a enroscarse. Cuando, cansado de estos juegos, llevaba su rebaño
 al otro extremo de la gran llanura, seguíale la serpiente como un gozquecillo3 , o enroscándose a sus piernas le llegaba hasta el cuello, permaneciendo allí caída y
 como muerta, con sus ojos de diamante fijos en los del pastor, erizándole el vello
 de la cara con el silbido de su boca triangular. Las gentes de la Albufera le tenían 
por brujo, y más de una mujer de las que robaban leña en la Dehesa4 , al verle 
llegar con la Sancha en el cuello hacía la señal de la cruz como si se presentase 
el demonio. Así comprendían todos cómo el pastor podía dormir en la selva sin 
miedo a los grandes reptiles que pululaban5 en la maleza6 . Sancha, que debía
 ser el diablo, le guardaba de todo peligro. La serpiente crecía y el pastor era ya 
un hombre, cuando los habitantes de la Albufera no le vieron más. Se supo que 
era soldado y andaba peleando en las guerras de Italia. Ningún otro rebaño volvió 
a pastar en la salvaje llanura. Los pescadores, al bajar a tierra, no gustaban de 
aventurarse entre los altos juncales7 que cubrían las pestíferas8 lagunas. Sancha, 
falta de la leche con que la regalaba el pastor, debía perseguir los innumerables 
conejos de la Dehesa. Transcurrieron ocho o diez años, y un día los habitantes 
del Saler vieron llegar por el camino de Valencia apoyado en un palo y con la
 mochila a la espalda, un soldado, un granadero9 enjuto10 y cetrino11, con las 
negras polainas12 hasta encima de las rodillas, casaca13 blanca con bombas14 
de paño rojo y una gorra en forma de mitra15 sobre el peinado en trenza. Sus
 grandes bigotes no le impidieron ser reconocido. Era el pastor, que volvía deseoso
 de ver la tierra de su infancia. Emprendió el camino de la selva costeando el lago, 
y llegó a la llanura pantanosa donde en otros tiempos guardaba sus reses16. Nadie. 
Las libélulas movían sus alas sobre los altos juncos con suave zumbido, y en las 
charcas ocultas bajo los matorrales chapoteaban los sapos, asustados por la
 proximidad del granadero. —¡Sancha! ¡Sancha! —llamó suavemente el antiguo
 pastor. Silencio absoluto. Hasta él llegaba la soñolienta canción de un barquero 
invisible que pescaba en el centro del lago. 

 1 flautilla de caña que produce un sonido
 muy agudo. 
2 Sitio lleno de carrizos (plantas largas que se crían cerca del agua y sus hojas sirven para forraje). 
3 Perrillo.
 4 Zona de la Albufera de Valencia. Se refiere a un terreno amplio, generalmente acotado y por lo común destinado a pastos.
 5 Abundaban,
 se multiplicaban rápidamente. 
6 Espesura que forma la multitud de arbustos, como zarzales, jarales, etc. 
7 Sitio lleno de juncos altos, al lado del agua. 
8 Apestosas. 
9 Soldado de artillería que lanza las granadas. 
10 Seco. 
11 De color amarillo verdoso, enfermizo.
 12 Botas altas. 
13 Chaqueta larga (propia de soldados antiguos). 
14 Como distintivos de la casaca militar puesto que era artillero. 
15 En forma alargada y en punta. 
16 Animales de ganado, vacas, ovejas, etc. 

 —¡Sancha! ¡Sancha! —volvió a gritar con toda la fuerza de sus pulmones. Y cuando 
hubo repetido su llamamiento muchas veces, vio que las altas hierbas se agitaban y 
oyó un estrépito de cañas tronchadas, como si se arrastrase un cuerpo pesado. Entre
 los juncos brillaron dos ojos a la altura de los suyos y avanzó una cabeza achatada moviendo la lengua de horquilla, con un bufido tétrico que pareció helarle la sangre, paralizar su vida. Era Sancha, pero enorme, soberbia, levantándose a la altura de un hombre, arrastrando su cola entre la maleza hasta perderse de vista, con la piel 
multicolor y el cuerpo grueso como el tronco de un pino. —¡Sancha! —gritó el soldado, retrocediendo a impulsos del miedo—. ¡Cómo has crecido...! ¡Qué grande eres! 
E intentó huir. Pero la antigua amiga, pasado el primer asombro, pareció reconocerle 
y se enroscó en torno de sus hombros, estrechándolo con un anillo de su piel rugosa sacudida por nerviosos estremecimientos. El soldado forcejeó. —¡Suelta, Sancha, 
suelta! No me abraces. Eres demasiado grande para estos juegos. Otro anillo oprimió 
sus brazos, agarrotándolos. La boca del reptil le acariciaba como en otros tiempos; su aliento le agitaba el bigote, causándole un escalofrío angustioso, y mientras tanto los
 anillos se contraían, se estrechaban, hasta que el soldado, asfixiado, crujiéndole los huesos, cayó al suelo envuelto en el rollo de pintados anillos. A los pocos días, unos pescadores encontraron su cadáver: una masa informe, con los huesos quebrantados
 y la carne amoratada por el irresistible apretón de Sancha. Así murió el pastor, víctima
 de un abrazo de su antigua amiga. 


(Fragmento perteneciente al primer capítulo de la novela Cañas y barro, 1902).


Comentario:

  1. Resume de manera breve y completa el contenido del texto.
  2. Caracteriza a los personajes, según su apariencia física, comportamiento y habla.
  3. ¿Qué recursos narrativos predominan en el texto? Señala en qué frases o párrafos del mismo se encuentran.
  4. Explica todas las características del texto que permiten incluirlo dentro del movimiento naturalista.
Texto 2

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.


Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar  zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica. La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.


Cuando en las grandes solemnidades el cabildo mandaba iluminar la torre con faroles de papel y vasos de colores, parecía bien, destacándose en las tinieblas, aquella romántica mole; pero perdía con estas galas la inefable elegancia de su perfil y tomaba los contornos de una enorme botella de champaña. -Mejor era contemplarla en clara noche de luna, resaltando en un cielo puro, rodeada de estrellas que parecían su aureola, doblándose en pliegues de luz y sombra, fantasma  gigante que velaba por la ciudad pequeña y negruzca que dormía a sus pies.
                                                                                                                    La Regenta. Leopoldo Alas Clarín
Comentario

  1. Resume de manera breve y completa el contenido del texto.
  2. Comenta la personificación que se hace de los lugares..
  3. ¿Qué recursos narrativos predominan en el texto? Señala en qué frases o párrafos del mismo se encuentran.
  4. Explica todas las características del texto que permiten incluirlo dentro del movimiento naturalista.

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